En nuestro caso, tras abusar de nosotros en el taxi del
aeropuerto y en la lavandería, alquilamos un quad y fuimos el primer día a
visitar las playas roja-negra-blanca a una punta y al día siguiente a realizar
la excursión de la Caldera. Las playas son bonitas, pero están atestadas de
gente; la ruta de la caldera (al volcán) es curiosa pero tampoco es
imprescindible. Lo que realmente merece la pena es Oia, una población que se desparrama
por las laderas de la punta norte de la isla, y que se recorre por estrechas
calles empinadas. Allí fuimos las dos noches que teníamos tiempo; es cara pero muy bonita, y tiene un bonito atardecer cayendo
el sol frente a parte de la población, si bien resulta absurda la situación de
aglomeración que se forma, máxime cuando lo bonita es la estampa de la ciudad y
no la caída del sol en el horizonte, igual a
la de otros muchos puntos de esa o de otras islas.
Al día siguiente nos dirijimos a Amorgos, la otra isla
escogida por la sugerencia de unos amigos que la visitaron años atrás. Cogimos
a mediodía el ferry de Seajet que habíamos cogido por internet (Seajets, 99€
persona ida y vuelta. 1h). Fuimos con algo de retraso (igual que a la vuelta,
parece que es común), pero llegamos rápido según lo previsto.
La elección fue un acierto porque Amorgos nos aportó el
relax, la tranquilidad y el encanto que buscábamos. Turismo griego
fundamentalmente, algo de francés fruto de la película “Le Grand Bleu” que se
rodó en la isla, y cuatro gatos más en una isla alargada de unos 70km de
longitud por 10 de anchura, con bastante montaña y ventosa. Alberga dos núcleos
de población principales, en el centro y en el norte, con 1.500 habitantes
estables que se duplican en verano sin que llegue a resultar agobiante. Tiene
numerosas calas e islotes cercanos preciosos, un monasterio muy singular
excavado en un acantilado, rutas senderistas y pequeños pueblos bonitos,
destacando su capital del centro, Chora (pronúnciese Jora), que es una
maravilla con toda la belleza del típico pueblo de las cícladas, callejuelas
enrevesadas, iglesias, plazas e incluso molinos de viento incluidos dominando
la colina circundante. Teníamos alquilado apartahotel por internet, y alquilamos moto a la llegada. Aconsejados por el dueño de
la pensión (prestan mapas muy completos), fuimos a norte, sur y centro, destacando las
playas del sur, la zona del monasterio de Hozoviotissa y la zona frente a la
isla de Panagia. También Aegiali es bonito, pero más concurrido; al igual que
Katapola. Los días que pasamos allí fuimos siempre a cenar a Chora, que cuenta
con varios restaurantes muy agradables (Tranzistovaki y Tsagaradiko por
ejemplo) y en donde hay mucho ambiente a diario (conciertos en directo en el
Jazzmine), y coincidimos con las fiestas del pueblo que celebraban el 6 de
agosto (el 26 de julio deben ser similares en Katapola).
Unos días formidables que nos dejaron con ganas de explorar más islas griegas que seguro que visitaremos en algún otro viaje.
Unos días formidables que nos dejaron con ganas de explorar más islas griegas que seguro que visitaremos en algún otro viaje.
Efharisto poli Amorgos!
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