LIMA
Llegamos a las 5:30 tras el viaje postboda, cansados tras 11 horas de viaje. Tras alojarnos y descansar unas horas dimos un paseo matutino por el barrio de Miraflores, cambiamos moneda local y nos situamos. Lima es una ciudad poco atractiva en lo turístico, con un enclave privilegiado frente a la puesta de sol del Pacífico, pero a la que cubre la denominada "garúa" durante 9 meses al año (salvo su verano) que le borra el cielo y la vuelve húmeda y gris. Teníamos dos días y los dedicamos a comer en algunos de sus afamados restaurantes (dos de ellos del omnipresente en Perú Gastón Acurio - recomendamos especialmente "La Mar cebichería"), a pasear por los parques de los acantilados de Miraflores y por los alrededores de la Plaza de Armas del centro; así como a callejear por Barranco con una amiga allí residente y a cargar pilas para el resto de etapas. Ceviches, iglesias, acantilados y pisco sour fueron nuestro maridaje con las horas de sueño que debíamos compensar.MACHU PICHU
Por la mañana tomamos el vuelo interno que en 1 hora nos llevó a Cusco. Como teníamos las entradas para Machu Pichu para dos días más tarde, decidimos ir seguido hasta la ciudad en la que habíamos leído que merecía la pena detenerse antes o después, Ollantaytambo. Es una ciudad inca "viviente" (por preservar su estructura original) con unas ruinas muy bien conservadas de un antiguo templo, y desde donde es posible coger el obligado tren hasta Aguas Calientes (Machu Pichu pueblo). Para ir desde el aeropuerto negociamos el precio con un taxista para realizar el trayecto parando previamente en pueblos y puntos de interés, que fueron Chinchero (nos mostraron el modo de tratar la alpaca para hacer prendas), las salinas de Maras (más sorprendente de lo que me esperaba) y las terrazas de Moray. Una vez en "Ollanta", nos despedimos, encontramos rápido un alojamiento aceptable y disfrutamos del tranquilo pueblo que desprende encanto por sus callejuelas empredradas. Al día siguiente visitamos sus ruinas con un guía que nos enseñó todo lo relativo a la arquitectura e historia inca del lugar, y por la tarde cogimos el tren que en 2 horas nos llevó a Aguas Calientes, un pueblo por y para el turismo, sin interés en el que lo único esencial es reservar el día anterior el bus que te sube en 30 minutos a las fabulosas ruinas.CUSCO
El ombligo del mundo para los incas, su centro de operaciones en mitad de los valles andinos. Una ciudad con reminiscencias castellanas en sus plazas y trazados céntricos por sus arcos, iglesias y callejuelas empedradas. Una ciudad con un casco histórico muy bonito y una plaza de armas muy grande desde la que se aprecian las montañas que lo rodean. Casas palacio con patios coloniales, iglesias varias, mercados coloridos y el barrio de San Blas con sus dejes de asentamiento hippie.AREQUIPA - VALLE DEL COLCA
Llegamos a la ciudad blanca para irnos seguido al Colca antes de regresar. Para acceder al Valle del Colca, tierra de grandes cañones y cóndores, hay que cruzar el altiplano arequipeño, a 4.500m. De camino nos fueron contando la historia de la región y el contexto geológico de la misma, muy condicionada por la actividad sísmica y volcánica. Tierras áridas, mucha roca, poca agua, cimas volcánicas con nieves, reservas de vicuñas y otros camélidos y muchos kilómetros hasta Chivay, capital del Colca sin mayor encanto. Nos dejaron luego en nuestro hotel de Yanque y por la tarde descansamos realizando un tranquilo trekking por al inicio del cañón, por unas ruinas cercanas y terminando con un baño en aguas termales naturales a la luz de la luna llena. Al día siguiente temprano nos levantaríamos para ir a ver el vuelo del Cóndor desde un mirador estratégicamente habilitado. ¿Habría suerte? No hacía calor ni mucho sol y solo veíamos inicialmente dos aves paradas en dos peñas, pero 15-20 minutos después comenzaron a subir del fondo del profundo cañón 2, 3, 4 y fueron finalmente 7 los cóndores que ascendieron por las invisibles corrientes planeando desde abajo hasta lo más alto para 10 minutos después enfilar más allá del perfil montañoso. Un vuelo elegante y majestuoso que merece la pena apreciar. Tras el mismo continuamos apreciando el cañón, los valles y las poblaciones, para volver a comer y seguir de regreso hasta Arequipa, a donde llegamos a media tarde.La ciudad blanca lo es tanto por su piedra (el sillar que proviene de piedra volcánica), como por su clima (siempre soleado y hasta hace poco con nieves perpétuas en sus cercanas cimas), así como por sus orígenes racistas según los cuales en su primer siglo solo los habitantes de raza blanca pudieron vivir en su casco histórico. Fundada por Almagro y por tanto con mayor calado colonial, es una ciudad algo menos caótica y en la que se aprecia mayor mestizaje (tanto en Lima como en Cusco el 90% eran andinos). Su centro es muy bonito, su plaza de armas y sus iglesias también, y destacaríamos por un lado sus casas palacio (la de Goyeneche es muy interesante y su visita - gratuita - muy ilustrativa), y por otro el Convento de Santa Catalina, que es único en el mundo y que en nuestro caso vimos de noche y nos impresionó (es una ciudad en sí misma). También destaca su comida y sus bares y restaurantes (el "Chicha" o el "Zig-Zag"), muy buena oferta gastronómica, con platos propios de la región muy sabrosos.
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